10 oct 2014

INVESTIGACIÓN : Cerro Santa Lucía no se llama "Huelén" (por Alexis López Tapia)

Viernes 10 de Octubre de 2014.- Por Alexis López Tapia

Publico este escrito, sabiendo de antemano que de nada servirá, ya que, como veremos, el cambio de nombre del cerro Santa Lucía por “Welén”, no tiene nada que ver ni con la historia ni con los hechos: es parte de la agenda política revolucionaria cultural, de carácter deconstruccionista, que está llevando adelante la “Nueva Mayoría”, y –para esa agenda–, la Historia y los Hechos no tienen importancia, salvo en la medida en que, precisamente, puedan ser materia de deconstrucción.

Comencemos señalando algo evidente: “Huelén” no es un topónimo –el nombre de un lugar–, sino un patronímico, el nombre de alguien.

Sucede lo mismo con el nombre “Huechuraba”, nombre del cacique en cuyo territorio se encontraba el Cerro al que los conquistadores llamaron de Montserrat, actual Cerro Blanco: “el cerro del cacique Huechuraba”, no el “cerro Huechuraba”.

De igual modo, el actual cerro San Luis –dondeel curaca incásico de Aconcagua, Vitacura, ordenó construir un pequeño pucará cuando fue destinado por el Inca al valle del Mapocho, a la llegada del cacique Michimalonco desde El Cuzco–, no se llamaba “Cerro Vitacura”, sino que era el “cerro del curaca Vitacura”, porque, al igual que Huelén y Huechuraba, Vitacura era el nombre de alguien, no de un lugar.

Finalmente, para no abundar en lo obvio, el actual Cerro Navia–que también habría pertenecido al territorio del cacique HuelénHuala lo que recuerda la actual Avenida Huelén en esa comuna, originalmente un “lugarejo: es corto, con agencia postal i se encuentra a unos 9 kilómetros hacia el NW de la ciudad de Santiago”, según consignó, en 1924, el Diccionario Geográfico de Chile, de Luis Riso Patrón– fue llamado por los españoles el cerro de “La Guaca” –del quechua wak’a–, ya que en él existió un adoratorio indígena, que los incas resacralizaron, y del cual hoy no quedan vestigios. Un adoratorio similar probablemente también existió en el cerro Santa Lucía.

Siguiendo con la lógica anterior, ese cerro también era “del cacique HuelénHuala”, aunque hasta ahora, que sepamos, a nadie en la comuna de Cerro Navia se le ha ocurrido cambiarle el nombre por “Huelén”.

Señalado lo evidente, agreguemos otras consideraciones menos obvias, aunque probablemente mucho más relevantes.

En las Cartas de Relación de Pedro de Valdivia, escritas entre 1545 y 1552; en las tres primeras crónicas escritas en Chile: la “Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile” de Jerónimo de Vivar, que abarca desde 1539 hasta 1558; en la segunda “Historia de todas las cosas que han acaecido en el reino de Chile y de los que lo han gobernado”, de Alonso de Góngora y Marmolejo, que relata los hechos de la conquista hasta 1575, y en la tercera, la “Crónica del Reino de Chile”, de Pedro Mariño de Lobera, reescrita por el padre jesuita Bartolomé de Escobar, que abarca hasta 1595; así como en el poema épico “La Araucana”, de Alonso de Ercilla y Zúñiga, publicado en 1569, NO aparece mención alguna al cacique “Guelén Guala”, o “HuelénHuala”, o “Huelén Huara”…

Donde sí aparece mencionado el nombre, es en las Actas del Cabildo de Santiago, el 14 de abril de 1553, día en que el Cabildo otorgó a Pero Gómez de don Benito, para beneficio de sus indios encomendados, una merced de tierras “…para que se sustenten, pues se les quitaron las que ellos solían tener, para poblar esta ciudad y otras cosas que convino a los conquistadores y pobladores de ella; […] remitieron a los señores Juan Jufré, alcalde y Juan Gómez, regidor, para que vayan a ver las tierras que están junto a la dicha acequia, que solían ser de los mitimaes del Inga, y le den y señalen al dicho Pero Gómez para que los dichos sus indios se puedan sustentar, que se entiende donde se puedan y estar allí poblados el principalGuelen Gualay sus indios, la cantidad de tierras que les pareciere que se les puede dar, como los comarcanos no reciban menoscabo….” (Actas del Cabildo de Santiago 1861: 346,347. Sesión del 14 de abril de 1553).

Y en efecto, el 4 de agosto de 1553, Juan Jufré, Alcalde y Juan Gomez Regidor, señalaron que “… por los dichos señores del cabildo les fue mandado que fueren a ver y señalar ciertas tierras que pide el señor Pero Gómez, alcalde, por virtud de un mandamiento del señor gobernador. Por tanto ellos vieron las dichas tierras, que son en Quinamba, que están entre los indios de Bartolomé Flores, vecino de esta dicha ciudad, y los del dicho Pero Gómez, y se riegan con el acequia del río Claro; y señalaron un pedazo de tierra para los indios de dicho Pedro Gómez, el cual empieza desde la acequia que sale del dicho rio Claro, con la mitad de la dicha acequia, debajo de los mojones y señales […] que las dichas tierras las haya e tenga el dicho Pedro Gómez como cosa suya propia, para los dichos sus indios, porque se la den recompensa de las tierras que quitaron a sus indios para poblar esta dicha ciudad…” (Actas Cabildo de Santiago 1861: 357).

En términos sencillos, el Cabildo entregó el actual poblado de “El Principal”, precisamente llamado así por el “principal Guelen Guala y sus indios”, en Pirque, donde el río Clarillo se une al río Maipo, por orden de don Pedro de Valdivia, en compensación por las tierras que debieron abandonar al fundarse Santiago.

Tampoco en este caso, hasta donde sabemos, a ningún habitante de“El Principal” de Pirque, se le ha ocurrido cambiar el nombre del poblado por “Welén”.

Es en las actas antes citadas, donde aparece mencionado por primera vez el Cacique “Guelen Guala”, cuyas tierras originales “…se les quitaron las que ellos solían tener, para poblar esta ciudad”.

Toda la argumentación sobre el supuesto nombre de “Guelen” para el cerro Santa Lucía, se basa entonces, únicamente, en la noción de que ese cerro habría sido parte de las tierras del cacique, que habría tenido que abandonar al fundarse Santiago.
Pero, una vez más, es absolutamente evidente que el cerro no se llamaba “Guelen” –y mucho menos “Welén”, como veremos–, sino que únicamente había pertenecido al cacique de dicho nombre, al igual que probablemente el cerro Navia, o de “La Guaca”.
Serán entonces los Historiadores posteriores a los Cronistas, basados únicamente en las Actas del Cabildo, los que hablarán del cerro del “principal Guelen Guala”, para referirse al cerro, precisamente porque nunca supieron el verdadero nombre que tenía el cerro antes de la llegada de los Españoles.

Pero eso no es todo

Debemos a don Benjamín Vicuña Mackenna la supuesta “traducción” de “Huelén” por “dolor, desdicha”.

En efecto, en “Historia Crítica y Social de la Ciudad de Santiago”, sostiene: “… i el más importante de todos, Huelen-Huala, señor del sitio en que iba a edificarse la nueva ciudad, pues aquí es preciso decir que la colina misteriosa, a cuyo derredor estaba agrupado el vasto caserío indíjena, llamábaseHuelen, nombre que en indio quiere decir dolor, desdicha i que harto grande lo fue para los suyos, pues de ellos solo quedan hoi como memoria, a manera de colosales lápidas, sus áridos peñones”.

En la primera gramática y diccionario bilingüe, castellano-mapudungun editada en 1684, llamado “Arte y gramatica general de la lengua que corre en todo el Reyno de Chile” , del Padre Luis de Valdivia, el término “Huelén”NO aparece. Tampoco aparece “Guelen”, ni mucho menos “Welén”.Sí aparece “Huele cuu”= mano izquierda”. Nótese la doble U en cuu.

Sin embargo, aún más relevante es que la palabra: “Dolor” sí existe en mapudungun… pero no se escribe ni se pronuncia “Huelén”, y no tiene sentido moral, sino de enfermedad física: se escribe y pronunciaKutran.

Algunosargumentan que “Huelén / Guelen” es un derivado de “Huele / Guele”, es decir, “izquierda”, y afirman que “la izquierda es de mala suerte en el mundo mapuche”, de donde “Guele-n” sería “tener mala suerte”.Y deconstruyendo el término, indican: We: nuevo; le: partícula de estado, indica que se “está”; n: verbalizador, de donde “We-le-n” sería “Estar nuevo”= renovado.¿”Dolor”, “desdicha”, “tener mala suerte” o “estar renovado”? Sería una “dolorosa y desdichada mala suerte renovada”.

En estos casos, el cacique principal se habría llamado, o bien el “Pato Doloroso”, el “Pato Desdichado”, el “Pato con Mala Suerte” o el “Pato Renovado”… o al revés, el “Doloroso Pato”, el “Desdichado Pato”, el “Maldito Pato”, o el “Renovado Pato”.

Curiosos nombres por decir lo menos para el señor “Pato” (“Huala, Guala o Huara”, es precisamente, el nombre vernacular del “Pato Huala”, Podicepsmajor)¿Y si en realidad el nombre del Señor Pato era el “Pato Zurdo” o sea “Huele cuuHuala”? Dicho en castellano, algo así como “Patricio Izquierdo”… al menos suena bastante mejor, y mucho más lógico, ¿no cree?

Ahora bien, si de lo que en realidad se trata, es de consagrar el cerro a la “izquierda”, entonces se tendría que llamar“Huele”, y no “Huelén”, porque llamar “izquierdoso” a alguien o algo,talvez podría ser considerado discriminatorio.

A nuestro juicio, el cerro en realidad se habría llamado “Huetén” o “Huentén”, el “Nuevo cerro Ten Ten”, como hemos explicado latamente en nuestra investigación sobre la fundación de Santiago.

Para finalizar, el hecho es que el cerro nunca se llamó “Guelen”, ni “Huelén”, ni mucho menos “Welén”… era simplemente un cerro que aparentemente estaba en losterrenos del cacique “Pato Zurdo”, y tanto los historiadores como los lingüistas, han venido utilizando ese patronímico como toponímico… porque la verdad es que ninguno sabe realmente –y posiblemente nunca sabremos–, como llamaban efectivamente al cerro los pobladores prehispánicos del Mapocho, y cómo lo llamaron los Incas posteriormente.

Lo que sí sabemos, y de lo que estamos absolutamente seguros, es el por qué el cerro se llama Santa Lucía, y por qué ese es nombre que mejor refleja su función.

Pedro de Valdivia fue invitado por el Gobernador incaQuilicanta y los principales caciques del Mapocho, el 13 de Diciembre de 1540, día de Santa Lucía, para cruzar el río Mapocho desde su campamento a los pies del cerro de Montserrat, –donde ya se había hecho la primera misa a la llegada de los españoles–, y ese día subió al cerro del que ignoramos su nombre indígena, como lo ilustra el cuadro de Pedro Lira.

Fue invitado ese día y no otro, porque el 13 de Diciembre de 1540 –en calendario Juliano, que era en entonces en uso–, corresponde a nuestro 23 de Diciembre en nuestro actual Calendario Gregoriano: era el día del Solsticio de Verano, fiesta incásica del CapacRaymi o “Fiesta de los Caballeros”, un día absolutamente sagrado en el mundo andino, en que el cerro fue precisa y correctamente consagrado a la “Santa que porta la Luz”, Santa Lucía, precisamente la que anuncia la llegada del Solsticio.Ese día, fue tan importante también para el propio Pedro de Valdivia, que, significativamente, construyó una Ermita a los pies del cerro, precisamente dedicada a Santa Lucía.

Porque ese día único, el primer rayo del Sol apareciendo sobre la formación “El Abanico”, junto a la cumbre del cerro Punta de Damas, pasaba por sobre el cerro Santa Lucía e iluminaba la “Cancha” del centro administrativo incásico del Mapocho, nuestra actual Plaza de Armas, que se sitúa precisamente donde está –desdeantes de la fundación de Santiago–, porque como hemos comprobado en nuestra investigación “El Secreto de la Fundación de Santiago”, la plaza y anterior cancha, es un centro astronómico desde el cual se podía medir el transcurso del año solar entre ambos solsticios, contra el cerro Santa Lucía en Verano, y la intersección del cerro San Cristóbal contra el cordón del cerro El Plomo en Invierno.

Un Axis Mundi único que permaneció secreto por 473 años hasta nuestro descubrimiento.

A su vez, como hemos señalado, Santa Lucía es la cristianización de la Diosa griega Artemisa, hermana de Apolo, el Dios de la Luz.

En efecto, la leyenda de Santa Lucía cuenta que nació en una familia de patricios romanos de Siracusa, que se habían convertido al cristianismo, y estaba prometida a un joven noble pagano. Sin embargo, gracias a la curación milagrosa de su madre, ella prometió vivir al servicio de Cristo e hizo votos de castidad. Despechado, su pretendiente la acusó al procurador romano, quien la interrogó, y en principio la castigó a ser llevada a un lupanar para ser violada. Sin embargo, aunque intentaron moverla incluso con toros (Tauro), no pudieron hacerlo. Entonces la procesaron por brujería. Le sacaron los ojos y ella siguió viendo, y finalmente la quemaron y decapitaron.En el mito –aquísumamente resumido–, subyacen las claves para comprender la re semantización cristiana del símbolo subyacente.

En efecto, dos estrellas de la Constelación de Tauro -Theta Tauri 1 y 2-, cuya separación esapreciable a simple vista, son llamadas “Los ojos de Lucía”. Tauro -el Toro-, es la constelación que se encontraba antes de Piscis en la precesión de los Equinoccios, y cuando este ciclo fue descubierto, surgió el culto al Dios Mitra, adorado particularmente por las Legiones romanas -que sacrifica al toro- dando paso a la Era de Piscis donde se desarrollará el Cristianismo. En el cristianismo primitivo, muchas de las características de Mitra serán heredadas por Cristo, incluyendo su fecha de nacimiento: la “Navidad”: el Solsticio.

Esas dos estrellas, la noche del 13 de Diciembre (en calendario Juliano), 21/23 en Gregoriano, se encuentran precisamente en el Cenit, como anunciadoras del Solsticio. Eso mismo pasó en Santiago la noche del 13 de Diciembre de 1540.

De allí que Lucía sea “La Portadora de la Luz”, y que se la invoque diciendo: “Santa Lucía, concédenos desde el cielo que nos envíe Dios sus luces para ver siempre lo que debemos hacer, decir y evitar”.

Por su parte, la Diosa Artemisa, siendo muy niña, pidió a su padre Zeus que le concediera seis deseos, entre estos: “permanecer siempre virgen”, y particularmente, ser la “dadora de Luz” o Phaesporia, atributos que heredaría “Lucía”. Finalmente, la relación entre Santa Lucía y Artemisa se hace evidente al comprobar que Siracusa fue fundada como colonia griega por los Dorios, el año 734 a.C., y fue precisamente dedicada a Artemisa.

Y curiosamente, la entrada a escalera de la actual Ermita de Santa Lucía, cerca de la cumbre del cerro, donde hoy descansan los restos mortales del propio Benjamín Vicuña Mackenna –en sus palabras–, “está resguardada por una pequeña pero graciosa estatua de Diana”, es decir, de la Diosa Artemisa, “que sirve de profano guardián a este sendero”.

Sin embargo, y pese a todo lo anterior, estoy cierto que la actual Alcaldesa de Santiago, doña Carolina Tohá, logrará su propósito de cambiar el nombre del cerro Santa Lucía por “Welén”.

Lo hará, porque para ella no tiene importancia alguna ni la Historia ni los Hechos, sino lo que se puede lograr con su deconstrucción.

Lo hará incluso utilizando una letra que en castellano, y particularmente en el castellano de los conquistadores, jamás existió: la anglosajona “W”, que originalmente los primeros amanuenses escribían como UU (doble U como en cuu, mano), que denotaba la semiconsonante germánica “W”, y que sólo se impuso a partir de la conquista normanda de Inglaterra. ¿Welén? ¿Welecw?

Así que a mayor abundamiento, la Alcaldesa no sólo le dará un nombre al cerro que nunca tuvo, sino que además, lo hará utilizando una grafía impropia, que ni siquiera tiene relación histórica con el nombre del cacique al que aparentemente se quiere hacer referencia: “Guelen Guala”.

A partir de eso, y para no ser menos, quizá los habitantes de Cerro Navia optaran también por cambiarle el nombre al cerro y la comuna, y también llamarán a su cerro “Welén”. Lo mismo quizá podrían decidir los habitantes de “El Principal”, en Pirque, que también debería llamarse “Welén… y continuando ese ímpetu deconstruccionista, también podría proponerse renombrar “Welén” al propio Santiago… en fin.

A la Alcaldesa Carolina Tohá todo esto la tiene sin cuidado: ella quizá honestamente cree que el cerro se llamaba “Welén”, y que constituye una especie de “justicia histórica” el “restituirle” ese nombre.

Lo que queda claro, es que no importa la Historia, no importan los Hechos, no importa el significado profundo de los símbolos y sucesos que llevaron a un pequeño puñado de españoles a fundar la Patria en que hoy todos vivimos: No.

Lo que importa precisamente, es borrar todo eso, para “refundar culturalmente” un país al gusto de la “Nueva Mayoría” que temporalmente detenta el poder.

Sin embargo, eso no impedirá que cada Solsticio de Verano, en la Constelación de Tauro, los “ojos de Lucía” sigan anunciando la llegada del Solsticio, que al amanecer seguirá iluminando la Plaza de Armas, desde la cumbre del cerro de Santa Lucía.
Eso, señora Alcaldesa, usted nunca podrá cambiarlo.

Santiago, 10 de Octubre de 2014

(Carta Publicada en Radio Biobio)



0 Comments:

Publicar un comentario