Sábado 17 de Mayo de 2025.- Ya parece lejano aquél 17 de Mayo de 2022 en donde partiera de este mundo para viajar al Cosmos Eterno el Maestro Evangelos Odyssey Papathanassiou, más conocido por todos como Vangelis. El Maestro dejó esta existencia terrenal a los 79 años víctima del despiadado Covid-19 que no discriminó individuo, clase social ni nacionalidad en su espantoso caminar. Todo esto en un hospital de Paris, Francia.
Ni siquiera en su Grecia natal pudo morir el Maestro, ya que por razones políticas no podía volver a su patria. Hoy todos lo llenan de homenajes póstumos tratando de apropiarse de su memoria y su creatividad, pero para quienes seguimos su obra, legendaria y pionera sabemos que ni siquiera a los artistas la política respeta, a menos que seas uno de ellos. Ni siquiera al más grande de los genios contemporáneos de la música.
Vangelis dejó este mundo hace tres años con una impronta musical simplemente impresionante. Sin haber tomado JAMÁS (entiéndase, JAMÁS) cursos formales de música, habiendo aprendido de manera autodidacta a comunicar sus impresiones musicales y siendo enemigo declarado de los músicos de conservatorio en su época más gloriosa (desde 1974 hasta 1992), enseñando a todos que lo más valioso del saber musical es lo que se siente en el corazón y en el alma y no en vacías jactancias basadas en un supuesto conocimiento encerrado en salas de clase.
Vangelis era para la música, lo que nuestro Nicanor Parra era en la poesía. Ambos no estudiaron para formar sus conocimientos. Ambos vivieron, experimentaron y quizá hasta sufrieron la SINESTESIA (que es la capacidad de expresar todo incluso lo que sentían en forma inconsciente). Parra creó una estructura llamada "Antipoesía", algo que los puristas de conservatorio criticaron en Vangelis cuando en 1982 ganó el Oscar por "Carros de Fuego", calificando sus obras en sintetizador como "Antimúsica" en una infame crónica de diario en el Reino Unido, movidos sólo por la envidia y el afán de engañar a la gente.
Nuestro deber como comunicadores es mantener vivo el legado de los grandes y no ir detrás de la ola sólo porque "es lo más reproducido en Youtube o lo más oido en Spotify", ya que nos transforma en vacíos instrumentos de lo que Vangelis siempre repudió : la INDUSTRIA DE LA MÚSICA. Donde ya no había convencimiento para crear o experimentar, sino cosas para adormecer a la gente con armonías fáciles y predecibles. Nuestro deber es seguir preservando la obra de quienes como Vangelis incluso se diera el lujo de protestar contra la ola de mal gusto y de la presión cometida por las disqueras contra los artistas, con "Beaubourg" (RCA, 1982) e "Invisible Connections" (Deutsche Grammophon, 1985).
El legado de los grandes, como Vangelis ya a tres años de su partida rumbo al Universo que siempre amó y compuso sus mejores melodías, debe ser protegido y difundido, porque nuestro deber sagrado es evitar algún día que sean "sólo recuerdos, que se irán como las lágrimas en la lluvia". Vangelis es y será el más grande de todos los genios contemporáneos en la música. Muchas veces imitado, pero jamás igualado.
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